"El maniquí ha suscitado un enorme interés en numerosos artistas a lo largo del tiempo, un interés basado tanto en la posibilidad de utilizar el objeto como parte de una construcción escultórica más amplia como en el uso de su imagen para referirse a lo humano, pero desde un punto de vista artificioso y fantasmal. Fue, sobre todo, con el comienzo de las vanguardias de principios del siglo XX cuando esta atracción adquirió una visibilidad notable; los pintores metafísicos y los surrealistas obtuvieron grandesresultados y hallazgos con su manejo. Hans Bellmer, Giorgio de Chirico, Max Ernst, Oskar Schlemmer o José Gutiérrez Solana, entre otros, sintieron fascinación por ese cuerpo sin vida, esa vida estática, esa estatua vacía y carente, en principio, de artisticidad, puesto que su destino no era el de ser arte, sino soporte para el arte. Sin embargo, en estas antropomorfías utilitarias los artistas supieron ver significados que iban mucho más allá de la función para la que estaban destinadas y encontraron en ellas un trasunto del individuo contemporáneo, una metáfora del ser humano carente de voluntad, hueco de deseos e inteligencia, un muñeco de tamaño inquietantemente natural que, a base de no decir nada, terminaba interpelando al observador."
Para seguir leyendo e informarse de modo más amplio se puede acceder desde aquí.